Vista mi afición por las canciones y los cantantes tristes, voy a exprimirla un poco más. No mucho porque si no, no hay quien lo resista.
Existe una pagina que se ha molestado en recoger las, segun ellos, 25 canciones mas tristes: http://www.spinner.com/2007/05/03/the-25-most-exquisitely-sad-songs-in-the-whole-world-no-25/
Están todas en inglés. De modo que voy a ir presentando otras canciones tristes.
Por ejemplo, del gran Serge Gainsbourg.
martes, 27 de abril de 2010
lunes, 15 de marzo de 2010
Ante las opiniones superficiales, nada como algún artículo radical (de los que van a la raiz) para dejar más o menos claro un tema.
En este caso el del impuesto de Sucesiones, desde la perspectiva de un teórico aun no especialista, que habla desde el sentido común y el análisis racional.
Al final va a ser verdad que la socialdemocracia (seguramente a Ovejero no le gustaría el calificativo, ya que supongo que el se reclama algo más a la izquierda, si me fío de sus escritos de "Mientras Tanto") no es más que derechos civiles y un sistema impositivo progresivo.
Pues eso. Aquí queda para futuras referencias.
En este caso el del impuesto de Sucesiones, desde la perspectiva de un teórico aun no especialista, que habla desde el sentido común y el análisis racional.
Al final va a ser verdad que la socialdemocracia (seguramente a Ovejero no le gustaría el calificativo, ya que supongo que el se reclama algo más a la izquierda, si me fío de sus escritos de "Mientras Tanto") no es más que derechos civiles y un sistema impositivo progresivo.
Pues eso. Aquí queda para futuras referencias.
TRIBUNA: FÉLIX OVEJERO LUCAS
Sucesiones
FÉLIX OVEJERO LUCAS 05/03/2010
"Dos linajes solos hay
en el mundo... que son
el tener y el no tener"
Quizá sea cosa de acordarse de la sabiduría de Sancho en estos días que pintan bastos para la progresividad fiscal, en especial para el impuesto de sucesiones. Su verdugo más inmediato es el aumento de las competencias autonómicas, sus consecuencias, paradójicas. Pues si, por una parte, se multiplica el número de leyes, por otra, en los asuntos más importantes, dejan impotentes a las administraciones para hacerlas efectivas. No hay gobierno regional que se atreva a mejorar los derechos laborales o ambientales ante en temor de que las empresas salgan huyendo a otra autonomía mejor dispuesta. Y que nadie lo dude, siempre habrá alguna dispuesta a dar el primer paso, porque sabe que si no lo dará su vecina. Todos aumentan unas competencias que no puede ejercer nadie. Tampoco el Estado común, que ya no las tiene. Para evitar estas cosas se inventaron los Estados modernos.
Pero el impuesto de sucesiones también es víctima de críticas ideológicas de una pobretería anonadante que circulan sin que nadie les tantee los fundamentos. De modo que, aunque sólo sea como ofrenda y responso, quizá no sobre recordar los avales del difunto.
En su presentación más general la crítica apela a la libertad, supuestamente socavada por el Estado que se entrometería en la vida de las gentes. De dos maneras. Porque nos impediría hacer lo que queremos con lo nuestro y porque, a través de la redistribución, eximiría a los individuos de la responsabilidad de gestionar su propia vida, cuando les evita asumir las consecuencias de su libertad, de sus errores y sus aciertos. El Estado, paternal, "tomaría decisiones por nosotros". A algunos incluso se les calienta la boca y, sin cortarse un pelo, rematan la función diciendo que ese impuesto, como todos, es un robo.
Vamos a dejar aparte la última tontería que, en todo caso, debería dilucidarse en los tribunales, puesto que se acusa al Estado de cometer un delito. Empecemos por la primera. Sencillamente es falso que uno pueda hacer lo que quiera con lo suyo. Nadie puede atropellar a otro con su coche, comprarle un órgano para trasplante o pagar a un niño para su disfrute sexual. Hay ciertos principios que están por encima del "libre" uso de la propiedad. El liberalismo de tertuliano maneja con bastante obscenidad la idea de libertad. Con sus mismas licencias uno podría sostener que peligra la libertad de arrebatarles las cosas a sus legítimos propietarios o de torturar a los animales.
El Estado, si las leyes son justas, es la garantía de la libertad. Y el que no lo entienda, a la Facultad de Derecho.
Las prohibiciones más impor-tantes protegen algunas cosas que consideramos innegociables, entre ellas, el ejercicio de la ciudadanía. Los derechos, que cuestan dinero, no están sometidos a consideraciones de oportunidad o de eficacia. No se puede, por ejemplo, contratar a una persona como esclavo. Tampoco podemos comprar los votos y acumularlos, como se hace con el dinero. La común comparación entre la democracia y el mercado, que equipara la competencia de los partidos por los votos con la competencia de las empresas por los clientes, iluminadora en tantos aspectos, encuentra aquí uno de sus límites.
Mientras como ciudadanos todos contamos igual, en el mercado pesa más la voz de los que más tienen. No es verdad que en el mercado todas las demandas estén presentes. El mercado sólo atiende a las voces de quienes disponen de dinero, el único código cuyas señales reconoce. Si tienes mucho, tu voz atruena. Si no tienes, no se te oye. Nada que ver con lo que sucede en la democracia, donde cada cual tiene su voto y su voto pesa tanto como el de los demás. Y nos alejamos y corrompemos aquel ideal cuando la desigual distribución de la riqueza se traduce en desigual capacidad de influencia política, por ejemplo, decidiendo qué asuntos son los importantes. La desigualdad de riqueza, que puede estar justificada, si, por ejemplo, es resultado de un desigual esfuerzo, no justifica la desigualdad política que pudiera propiciar. Cuando unos pueden convertir sus problemas en los problemas de todos porque disponen de más poder económico, el ideal de ciudadanía se empieza a pervertir. Algo que pasa de mil maneras. Si quieren un ejemplo reciente, menor en su vuelo pero no en su trastienda moral: los informativos políticos de un país con cuatro millones de parados ven como un acontecimiento el cierre de un restaurante postinero.
El otro argumento critica el paternalismo del Estado. Cada uno es responsable de su vida y debe asumir las consecuencias de sus decisiones. Algo con lo que estoy bastante de acuerdo. Yo y quienes han defendido en serio el ideal de ciudadanía, cuyas trazas esenciales quedan bien recogidas y precisadas en el lema "ninguna desigualdad sin responsabilidad". Las sociedades estamentales resultaban condenables, entre otras razones, por los privilegios, porque unos individuos poseían derechos que les estaban negados a otros por su linaje, porque habían nacido en ciertas familias, algo que, desde luego, no era elección o mérito del recién llegado al mundo.
Los combates políticos más importantes del siglo XIX, casi todos encabezados por la izquierda, buscaban extender de modo consecuente aquel ideal: para acabar con el sufragio censitario, para defender el voto de los negros o el de las mujeres, algo, el voto de las mujeres, que, por cierto, es cosa de anteayer (en Suiza de 1971, en Liechtenstein de 1984, por no irnos muy lejos). Sencillamente, el nacer así o asá, por aquí, allá o acullá, no es responsabilidad de nadie y no se ve por qué debería justificar un desigual acceso a las oportunidades vitales que equivale, de facto, a una desigual libertad, en un sentido nada metafórico de la idea de libertad.
Exactamente eso, la desigualdad de acceso a las oportunidades vitales, no relacionada con decisiones de los individuos, es lo que parecen querer consagrar los críticos del impuesto de sucesiones: el linaje del tener.
Y que nadie dude sobre la relación entre unas desigualdades y otras. Y el que dude que eche una mirada a la investigación recién facturada, y recién traducida, de Wilkinson y Pickett, Desigualdad, en donde se muestra que las sociedades más desiguales en el plano material, además de puntuar peor en casi todos los indicadores de calidad de vida, son también más desiguales en lo que atañe a posibilidades de educación, salud y mil cosas más, todas ellas bastante importantes para el desarrollo de las capacidades humanas más fundamentales. Vamos, para muchos, sentencias irrevocables a vidas aperradas.
Algunos, a la vista de que la crítica de principio flaquea, echan mano de las consecuencias, de la eficacia. Según ellos, las gentes si no legan a los suyos, no trabajan y, a la postre, habría menos para todos, ricos o pobres. Otro día habrá que ocuparse de este argumento, también endeble. En todo caso, no está de más recordar que el que las cosas sean de ese modo -si es que lo son, que no- no es independiente de que demos por buenos los argumentos anteriores.
Si cada mañana por la radio nos llega la homilía de que los impuestos son un robo, es normal que nos mostremos reticentes a allanar el camino al delito; pero si la descripción cambia y entendemos que tan delincuente es el que trampea con los votos como con los impuestos, también cambiarán las disposiciones. No queremos que nos roben, pero tampoco queremos ser ladrones. La sensibilidad de los ciudadanos en las mejores democracias hacia la evasión fiscal, comparable a la que experimentarían ante un fraude electoral, algo nos enseña.
Pero para llegar a eso hay que comenzar por no rebajar un milímetro las aristas de los argumentos, llamar a las cosas por su nombre y, si se tercia, cuando nos vienen con el cuento de que los impuestos son un robo, llamar también por su nombre a quienes ensucian las cosas con las palabras.
en el mundo... que son
el tener y el no tener"
Quizá sea cosa de acordarse de la sabiduría de Sancho en estos días que pintan bastos para la progresividad fiscal, en especial para el impuesto de sucesiones. Su verdugo más inmediato es el aumento de las competencias autonómicas, sus consecuencias, paradójicas. Pues si, por una parte, se multiplica el número de leyes, por otra, en los asuntos más importantes, dejan impotentes a las administraciones para hacerlas efectivas. No hay gobierno regional que se atreva a mejorar los derechos laborales o ambientales ante en temor de que las empresas salgan huyendo a otra autonomía mejor dispuesta. Y que nadie lo dude, siempre habrá alguna dispuesta a dar el primer paso, porque sabe que si no lo dará su vecina. Todos aumentan unas competencias que no puede ejercer nadie. Tampoco el Estado común, que ya no las tiene. Para evitar estas cosas se inventaron los Estados modernos.
Pero el impuesto de sucesiones también es víctima de críticas ideológicas de una pobretería anonadante que circulan sin que nadie les tantee los fundamentos. De modo que, aunque sólo sea como ofrenda y responso, quizá no sobre recordar los avales del difunto.
En su presentación más general la crítica apela a la libertad, supuestamente socavada por el Estado que se entrometería en la vida de las gentes. De dos maneras. Porque nos impediría hacer lo que queremos con lo nuestro y porque, a través de la redistribución, eximiría a los individuos de la responsabilidad de gestionar su propia vida, cuando les evita asumir las consecuencias de su libertad, de sus errores y sus aciertos. El Estado, paternal, "tomaría decisiones por nosotros". A algunos incluso se les calienta la boca y, sin cortarse un pelo, rematan la función diciendo que ese impuesto, como todos, es un robo.
Vamos a dejar aparte la última tontería que, en todo caso, debería dilucidarse en los tribunales, puesto que se acusa al Estado de cometer un delito. Empecemos por la primera. Sencillamente es falso que uno pueda hacer lo que quiera con lo suyo. Nadie puede atropellar a otro con su coche, comprarle un órgano para trasplante o pagar a un niño para su disfrute sexual. Hay ciertos principios que están por encima del "libre" uso de la propiedad. El liberalismo de tertuliano maneja con bastante obscenidad la idea de libertad. Con sus mismas licencias uno podría sostener que peligra la libertad de arrebatarles las cosas a sus legítimos propietarios o de torturar a los animales.
El Estado, si las leyes son justas, es la garantía de la libertad. Y el que no lo entienda, a la Facultad de Derecho.
Las prohibiciones más impor-tantes protegen algunas cosas que consideramos innegociables, entre ellas, el ejercicio de la ciudadanía. Los derechos, que cuestan dinero, no están sometidos a consideraciones de oportunidad o de eficacia. No se puede, por ejemplo, contratar a una persona como esclavo. Tampoco podemos comprar los votos y acumularlos, como se hace con el dinero. La común comparación entre la democracia y el mercado, que equipara la competencia de los partidos por los votos con la competencia de las empresas por los clientes, iluminadora en tantos aspectos, encuentra aquí uno de sus límites.
Mientras como ciudadanos todos contamos igual, en el mercado pesa más la voz de los que más tienen. No es verdad que en el mercado todas las demandas estén presentes. El mercado sólo atiende a las voces de quienes disponen de dinero, el único código cuyas señales reconoce. Si tienes mucho, tu voz atruena. Si no tienes, no se te oye. Nada que ver con lo que sucede en la democracia, donde cada cual tiene su voto y su voto pesa tanto como el de los demás. Y nos alejamos y corrompemos aquel ideal cuando la desigual distribución de la riqueza se traduce en desigual capacidad de influencia política, por ejemplo, decidiendo qué asuntos son los importantes. La desigualdad de riqueza, que puede estar justificada, si, por ejemplo, es resultado de un desigual esfuerzo, no justifica la desigualdad política que pudiera propiciar. Cuando unos pueden convertir sus problemas en los problemas de todos porque disponen de más poder económico, el ideal de ciudadanía se empieza a pervertir. Algo que pasa de mil maneras. Si quieren un ejemplo reciente, menor en su vuelo pero no en su trastienda moral: los informativos políticos de un país con cuatro millones de parados ven como un acontecimiento el cierre de un restaurante postinero.
El otro argumento critica el paternalismo del Estado. Cada uno es responsable de su vida y debe asumir las consecuencias de sus decisiones. Algo con lo que estoy bastante de acuerdo. Yo y quienes han defendido en serio el ideal de ciudadanía, cuyas trazas esenciales quedan bien recogidas y precisadas en el lema "ninguna desigualdad sin responsabilidad". Las sociedades estamentales resultaban condenables, entre otras razones, por los privilegios, porque unos individuos poseían derechos que les estaban negados a otros por su linaje, porque habían nacido en ciertas familias, algo que, desde luego, no era elección o mérito del recién llegado al mundo.
Los combates políticos más importantes del siglo XIX, casi todos encabezados por la izquierda, buscaban extender de modo consecuente aquel ideal: para acabar con el sufragio censitario, para defender el voto de los negros o el de las mujeres, algo, el voto de las mujeres, que, por cierto, es cosa de anteayer (en Suiza de 1971, en Liechtenstein de 1984, por no irnos muy lejos). Sencillamente, el nacer así o asá, por aquí, allá o acullá, no es responsabilidad de nadie y no se ve por qué debería justificar un desigual acceso a las oportunidades vitales que equivale, de facto, a una desigual libertad, en un sentido nada metafórico de la idea de libertad.
Exactamente eso, la desigualdad de acceso a las oportunidades vitales, no relacionada con decisiones de los individuos, es lo que parecen querer consagrar los críticos del impuesto de sucesiones: el linaje del tener.
Y que nadie dude sobre la relación entre unas desigualdades y otras. Y el que dude que eche una mirada a la investigación recién facturada, y recién traducida, de Wilkinson y Pickett, Desigualdad, en donde se muestra que las sociedades más desiguales en el plano material, además de puntuar peor en casi todos los indicadores de calidad de vida, son también más desiguales en lo que atañe a posibilidades de educación, salud y mil cosas más, todas ellas bastante importantes para el desarrollo de las capacidades humanas más fundamentales. Vamos, para muchos, sentencias irrevocables a vidas aperradas.
Algunos, a la vista de que la crítica de principio flaquea, echan mano de las consecuencias, de la eficacia. Según ellos, las gentes si no legan a los suyos, no trabajan y, a la postre, habría menos para todos, ricos o pobres. Otro día habrá que ocuparse de este argumento, también endeble. En todo caso, no está de más recordar que el que las cosas sean de ese modo -si es que lo son, que no- no es independiente de que demos por buenos los argumentos anteriores.
Si cada mañana por la radio nos llega la homilía de que los impuestos son un robo, es normal que nos mostremos reticentes a allanar el camino al delito; pero si la descripción cambia y entendemos que tan delincuente es el que trampea con los votos como con los impuestos, también cambiarán las disposiciones. No queremos que nos roben, pero tampoco queremos ser ladrones. La sensibilidad de los ciudadanos en las mejores democracias hacia la evasión fiscal, comparable a la que experimentarían ante un fraude electoral, algo nos enseña.
Pero para llegar a eso hay que comenzar por no rebajar un milímetro las aristas de los argumentos, llamar a las cosas por su nombre y, si se tercia, cuando nos vienen con el cuento de que los impuestos son un robo, llamar también por su nombre a quienes ensucian las cosas con las palabras.
lunes, 1 de febrero de 2010
Desarrollo y capital humano
Guillermo de la Dehesa me parece uno de los mejores cerebros económicos de la izquierda moderada en este pais.
En este artículo reflexiona sobre la oportunidad perdida en España en los últimos años de crecimiento económico e indirectamente nos da la pista para utilizar una senda de crecimiento inexplorada en nuestro pais: la formación. Pero claro, la formación requiere estudio, requiere disciplina, requiere esfuerzo personal....además de recursos. Y produce a largo plazo: mejores y más formados ciudadanos....¡y votantes!.
¿Tendremos la valentía de ir por ese camino?.
En concreto en las Islas Canarias, donde vivo actualmente, el aislamiento, la distancia, la escasez de materias primas....y el maná que ha supuesto el turismo de sol y playa, han sido una buena excusa para no desarrollar este capital humano que al fin y al cabo dispondría de un entorno en el que la calidad de vida tiene como mínimo asegurado el factor climático ( es decir luz,salud, alegría, ...)
Laboratorio de ideas
Es hora de apostar por el capital humano
GUILLERMO DE LA DEHESA
NEGOCIOS - 31-01-2010
Los modelos de crecimiento neoclásicos establecían que el crecimiento aumentaba con la utilización y acumulación de los dos factores básicos de producción (capital físico y trabajo) y su productividad conjunta que crecía a largo plazo a una tasa dada de progreso técnico que era exógeno. Como la acumulación de capital físico mostraba rendimientos decrecientes a escala, llegaba a alcanzarse un estado "estable" en el que el stock de capital crecía con el PIB, la relación capital-producto tendía a ser constante y podía darse una convergencia de renta por habitante entre países a largo plazo.
Hoy, los nuevos modelos de crecimiento endógeno determinan que dicho crecimiento está definido por la acumulación de capital físico (bienes de equipo e infraestructuras) y de capital humano (antes trabajo y ahora además educación, formación e I+D+i) siendo ahora el progreso técnico o productividad total de los factores (PTF) endógeno, al depender de políticas que mejoren el nivel de capital humano, luego dicha convergencia a largo plazo no es segura. Estos modelos confirman que el capital humano produce rendimientos crecientes a escala mientras que la acumulación de capital físico sólo produce rendimientos constantes ya que el capital humano determina el nivel de conocimiento y de producción de nuevas ideas y éstas tienen dos ventajas fundamentales: que son independientes del capital físico ya que pueden crearse sin él y que a diferencia de éste y de los objetos, no son rivales. El capital físico es rival, es decir, la utilización por una persona de un ordenador, un torno, un automóvil, una infraestructura o un átomo (la base primaria de un objeto) excluye que otras personas los puedan utilizar simultáneamente. El conocimiento y las ideas no son rivales ya que pueden utilizarse por todo el mundo al mismo tiempo sin que su utilización por una persona excluya a las demás. Por ejemplo, el diseño de un chip puede ser utilizado por miles de fábricas en todo el mundo sin necesidad de tener que ser reinventado o reproducido cada vez que se produce el objeto o chip y una invención puede utilizarse simultáneamente por todas las personas del mundo que obtengan acceso a ella. Además, las ideas y el conocimiento son independientes de los objetos, ya que mientras que éstos necesitan átomos elementales para serlos, las ideas son instrucciones necesarias para organizar dichos átomos y producir objetos. Estas características únicas del conocimiento hacen que el crecimiento pueda llegar a ser sostenible incluso cuando los objetos o sus materias primas sean finitos, puesto que a través de las ideas pueden encontrarse nuevas formas de organizar los átomos ya existentes para producir nuevos objetos. Por ejemplo, agua, azúcar y sal son objetos rivales, pero alguien tuvo la idea, no rival, de combinarlos, salvando así a millones de niños de morir de diarrea (ORT). Además, el conocimiento y las ideas pueden hoy transmitirse y difundirse por medios electrónicos con costes de transporte cercanos a cero, mientras que el coste de transporte del capital físico es mucho más elevado. En definitiva, dada una tecnología o un estado de conocimiento, los factores de producción que son rivales, como el trabajo, el capital físico y el territorio, suelen tener rendimientos constantes o decrecientes a escala, mientras que las ideas producidas a través del capital humano, al no ser rivales, tienen rendimientos crecientes a su acumulación. Ahora bien, la no rivalidad y sus rendimientos crecientes entran en conflicto con la competencia perfecta y con la "mano invisible" de Adam Smith, ya que la remuneración de las ideas antiguas no rivales, al tener un coste marginal cercano a cero, puede llegar a impedir el esfuerzo de investigar para crear nuevas ideas. En competencia perfecta, la eficiencia dicta que el precio debe de ser igual al coste marginal, pero con rendimientos crecientes el precio necesita exceder dicho coste marginal para poder incentivar la creación de nuevas ideas. De ahí que se haya creado un sistema de competencia imperfecta, como el actual, que incentiva y protege la creación de nuevas ideas e invenciones mediante un periodo de explotación de su innovación y sus patentes, en régimen de monopolio temporal, que permita a sus creadores resarcirse a posteriori del coste tan elevado en el que han incurrido inicialmente. De no ser así, al no producirse nuevas ideas, la tasa de crecimiento mundial sería mucho menor. Sin embargo, la competencia se mantiene ya que existe un proceso creciente de "destrucción creadora" en el que nuevas ideas expulsan y sustituyen a las anteriores. La evidencia empírica muestra que los retornos de la inversión privada en conocimiento e innovación son entre dos y tres veces mayores, según los países, que la inversión en capital físico. Además, dichos retornos se duplican al tener en cuenta sus efectos "derrame" a otras empresas, al ser su retorno social mucho mayor que su rendimiento privado. Su rentabilidad privada depende de los años de protección de la patente y como ningún sistema de propiedad intelectual garantiza una protección total, parte del nuevo conocimiento generado en una empresa puede terminar estando disponible para otras empresas o investigadores reduciendo así su coste de innovar. Además, cada nueva idea es siempre germen de nuevas ideas futuras. Otras evidencias muestran que: el aumento de cuatro años de las tasas de escolarización en Estados Unidos ha explicado el 30% del crecimiento del producto por hora trabajada entre 1950 y 1993 y el aumento del stock de nuevas ideas ha explicado el 70% restante; el mayor y más rápido uso de las TIC en Estados Unidos entre 1994 y 2004 ha permitido aumentar su productividad media al 4,5% anual (frente al 2% de la UE) y al 10% la de sus sectores productores y utilizadores de TIC y las nuevas ideas han sido responsables de entre el 40% y el 60% del aumento de la PTF según los países. Más todavía, la creciente globalización de bienes, servicios, capitales y personas ha creado un nuevo círculo virtuoso puesto que el mercado potencial de las ideas no rivales es ya casi global y la población que las crea o las utiliza se ha duplicado casi gracias a la apertura exterior de los países emergentes, produciendo un aumento todavía mayor de sus rendimientos, de los incentivos para innovar y del crecimiento mundial. Esto explica que a pesar de casi duplicarse el número de personas disponible con capacidad de crear ideas que está determinado por el volumen de la población y por su nivel educativo, la prima salarial de los que las crean o utilizan no ha caído. Finalmente, muchos países en desarrollo están ahora intentando mejorar sus instituciones sociales, legales y políticas, al constatar que restringen su potencial de crecimiento al impedir que adopten y utilicen nuevas ideas. Dado que estas instituciones son asimismo ideas o invenciones que conforman la asignación de recursos, pueden y deben cambiarse. Por último, siendo Estados Unidos el principal productor de nuevas ideas y conocimiento, es necesario que un creciente porcentaje de la población no angloamericana aprenda inglés. Pues bien, a pesar de estas contundentes evidencias, España lleva más de una década apostando más por la acumulación de capital físico que por la de capital humano, lo que ha hecho que el crecimiento de su productividad laboral haya sido cercano a cero y el de su PTF negativo. Es ahora imprescindible apostar en serio por el capital humano si queremos un futuro próspero y sostenible.
El artículo original en : http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/hora/apostar/capital/humano/elpepueconeg/20100131elpneglse_9/Tes
En este artículo reflexiona sobre la oportunidad perdida en España en los últimos años de crecimiento económico e indirectamente nos da la pista para utilizar una senda de crecimiento inexplorada en nuestro pais: la formación. Pero claro, la formación requiere estudio, requiere disciplina, requiere esfuerzo personal....además de recursos. Y produce a largo plazo: mejores y más formados ciudadanos....¡y votantes!.
¿Tendremos la valentía de ir por ese camino?.
En concreto en las Islas Canarias, donde vivo actualmente, el aislamiento, la distancia, la escasez de materias primas....y el maná que ha supuesto el turismo de sol y playa, han sido una buena excusa para no desarrollar este capital humano que al fin y al cabo dispondría de un entorno en el que la calidad de vida tiene como mínimo asegurado el factor climático ( es decir luz,salud, alegría, ...)
Laboratorio de ideas
Es hora de apostar por el capital humano
GUILLERMO DE LA DEHESA
Los modelos de crecimiento neoclásicos establecían que el crecimiento aumentaba con la utilización y acumulación de los dos factores básicos de producción (capital físico y trabajo) y su productividad conjunta que crecía a largo plazo a una tasa dada de progreso técnico que era exógeno. Como la acumulación de capital físico mostraba rendimientos decrecientes a escala, llegaba a alcanzarse un estado "estable" en el que el stock de capital crecía con el PIB, la relación capital-producto tendía a ser constante y podía darse una convergencia de renta por habitante entre países a largo plazo.
Hoy, los nuevos modelos de crecimiento endógeno determinan que dicho crecimiento está definido por la acumulación de capital físico (bienes de equipo e infraestructuras) y de capital humano (antes trabajo y ahora además educación, formación e I+D+i) siendo ahora el progreso técnico o productividad total de los factores (PTF) endógeno, al depender de políticas que mejoren el nivel de capital humano, luego dicha convergencia a largo plazo no es segura. Estos modelos confirman que el capital humano produce rendimientos crecientes a escala mientras que la acumulación de capital físico sólo produce rendimientos constantes ya que el capital humano determina el nivel de conocimiento y de producción de nuevas ideas y éstas tienen dos ventajas fundamentales: que son independientes del capital físico ya que pueden crearse sin él y que a diferencia de éste y de los objetos, no son rivales. El capital físico es rival, es decir, la utilización por una persona de un ordenador, un torno, un automóvil, una infraestructura o un átomo (la base primaria de un objeto) excluye que otras personas los puedan utilizar simultáneamente. El conocimiento y las ideas no son rivales ya que pueden utilizarse por todo el mundo al mismo tiempo sin que su utilización por una persona excluya a las demás. Por ejemplo, el diseño de un chip puede ser utilizado por miles de fábricas en todo el mundo sin necesidad de tener que ser reinventado o reproducido cada vez que se produce el objeto o chip y una invención puede utilizarse simultáneamente por todas las personas del mundo que obtengan acceso a ella. Además, las ideas y el conocimiento son independientes de los objetos, ya que mientras que éstos necesitan átomos elementales para serlos, las ideas son instrucciones necesarias para organizar dichos átomos y producir objetos. Estas características únicas del conocimiento hacen que el crecimiento pueda llegar a ser sostenible incluso cuando los objetos o sus materias primas sean finitos, puesto que a través de las ideas pueden encontrarse nuevas formas de organizar los átomos ya existentes para producir nuevos objetos. Por ejemplo, agua, azúcar y sal son objetos rivales, pero alguien tuvo la idea, no rival, de combinarlos, salvando así a millones de niños de morir de diarrea (ORT). Además, el conocimiento y las ideas pueden hoy transmitirse y difundirse por medios electrónicos con costes de transporte cercanos a cero, mientras que el coste de transporte del capital físico es mucho más elevado. En definitiva, dada una tecnología o un estado de conocimiento, los factores de producción que son rivales, como el trabajo, el capital físico y el territorio, suelen tener rendimientos constantes o decrecientes a escala, mientras que las ideas producidas a través del capital humano, al no ser rivales, tienen rendimientos crecientes a su acumulación. Ahora bien, la no rivalidad y sus rendimientos crecientes entran en conflicto con la competencia perfecta y con la "mano invisible" de Adam Smith, ya que la remuneración de las ideas antiguas no rivales, al tener un coste marginal cercano a cero, puede llegar a impedir el esfuerzo de investigar para crear nuevas ideas. En competencia perfecta, la eficiencia dicta que el precio debe de ser igual al coste marginal, pero con rendimientos crecientes el precio necesita exceder dicho coste marginal para poder incentivar la creación de nuevas ideas. De ahí que se haya creado un sistema de competencia imperfecta, como el actual, que incentiva y protege la creación de nuevas ideas e invenciones mediante un periodo de explotación de su innovación y sus patentes, en régimen de monopolio temporal, que permita a sus creadores resarcirse a posteriori del coste tan elevado en el que han incurrido inicialmente. De no ser así, al no producirse nuevas ideas, la tasa de crecimiento mundial sería mucho menor. Sin embargo, la competencia se mantiene ya que existe un proceso creciente de "destrucción creadora" en el que nuevas ideas expulsan y sustituyen a las anteriores. La evidencia empírica muestra que los retornos de la inversión privada en conocimiento e innovación son entre dos y tres veces mayores, según los países, que la inversión en capital físico. Además, dichos retornos se duplican al tener en cuenta sus efectos "derrame" a otras empresas, al ser su retorno social mucho mayor que su rendimiento privado. Su rentabilidad privada depende de los años de protección de la patente y como ningún sistema de propiedad intelectual garantiza una protección total, parte del nuevo conocimiento generado en una empresa puede terminar estando disponible para otras empresas o investigadores reduciendo así su coste de innovar. Además, cada nueva idea es siempre germen de nuevas ideas futuras. Otras evidencias muestran que: el aumento de cuatro años de las tasas de escolarización en Estados Unidos ha explicado el 30% del crecimiento del producto por hora trabajada entre 1950 y 1993 y el aumento del stock de nuevas ideas ha explicado el 70% restante; el mayor y más rápido uso de las TIC en Estados Unidos entre 1994 y 2004 ha permitido aumentar su productividad media al 4,5% anual (frente al 2% de la UE) y al 10% la de sus sectores productores y utilizadores de TIC y las nuevas ideas han sido responsables de entre el 40% y el 60% del aumento de la PTF según los países. Más todavía, la creciente globalización de bienes, servicios, capitales y personas ha creado un nuevo círculo virtuoso puesto que el mercado potencial de las ideas no rivales es ya casi global y la población que las crea o las utiliza se ha duplicado casi gracias a la apertura exterior de los países emergentes, produciendo un aumento todavía mayor de sus rendimientos, de los incentivos para innovar y del crecimiento mundial. Esto explica que a pesar de casi duplicarse el número de personas disponible con capacidad de crear ideas que está determinado por el volumen de la población y por su nivel educativo, la prima salarial de los que las crean o utilizan no ha caído. Finalmente, muchos países en desarrollo están ahora intentando mejorar sus instituciones sociales, legales y políticas, al constatar que restringen su potencial de crecimiento al impedir que adopten y utilicen nuevas ideas. Dado que estas instituciones son asimismo ideas o invenciones que conforman la asignación de recursos, pueden y deben cambiarse. Por último, siendo Estados Unidos el principal productor de nuevas ideas y conocimiento, es necesario que un creciente porcentaje de la población no angloamericana aprenda inglés. Pues bien, a pesar de estas contundentes evidencias, España lleva más de una década apostando más por la acumulación de capital físico que por la de capital humano, lo que ha hecho que el crecimiento de su productividad laboral haya sido cercano a cero y el de su PTF negativo. Es ahora imprescindible apostar en serio por el capital humano si queremos un futuro próspero y sostenible.
El artículo original en : http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/hora/apostar/capital/humano/elpepueconeg/20100131elpneglse_9/Tes
Reactivarse o morir
Entre los buenos principios para este año tenía el de reactivar mi blog. Siendo yo mi único lector, pero no renunciando a otros, me pregunto por qué no utilizo más a menudo este sitio para localizar artículos que leo en prensa y me gustan o post en otros blogs o cualquier material que me estimule o suministre argumentos para mis intereses.
Intentaré hacerlo a partir de este mes que comienza, y esta entrada supone un compromiso conmigo mismo.
Hoy es tarde y solo realizo algunos cambios de diseño y copio un artículo que me ha interesado en la prensa de hoy.
Tengo un par de artículos pendientes de Verdú y de Argullol que leí en su dia en papel (para eso sigo siendo un clásico) y que, una vez localizados, colgaré aquí.
El otro filón de entradas que también me impongo como disciplina es comentar los libros que voy leyendo y los que voy empezando y se quedan parados (como Caín de Saramago, que ahí lleva un par de meses el pobre sobre la mesilla de noche).
Intentaré hacerlo a partir de este mes que comienza, y esta entrada supone un compromiso conmigo mismo.
Hoy es tarde y solo realizo algunos cambios de diseño y copio un artículo que me ha interesado en la prensa de hoy.
Tengo un par de artículos pendientes de Verdú y de Argullol que leí en su dia en papel (para eso sigo siendo un clásico) y que, una vez localizados, colgaré aquí.
El otro filón de entradas que también me impongo como disciplina es comentar los libros que voy leyendo y los que voy empezando y se quedan parados (como Caín de Saramago, que ahí lleva un par de meses el pobre sobre la mesilla de noche).
jueves, 5 de noviembre de 2009
Sobre Historia e historias
Artículo que leí hace un par de dias en EL PAIS.
El autor, catedrático de Historia en la Universidad de Zaragoza, muestra una actitud valiente y bien poco corporativa denunciando un enfoque de la disciplina histórica con cierto aroma apolillado. Creo que las explicaciones más iluminadoras son las que tienen en cuenta el trasfondo social y económico de los fenómenos históricos. La explicación científica, centrada en datos , en el mosaico de la vida que se entreteje día a día es verdaderamente más árida que la de los personajes, con su glamour de relevancia, sus cortesanos, generales y hazañas.
Pero por otro lado resulta más atractiva para un público que ha llegado a confundir novela e historia en un género tan de moda que produce éxitos editoriales por doquier.
Historia de tambor y trompeta
JULIÁN CASANOVA
EL PAÍS - Opinión - 03-11-2009
El autor, catedrático de Historia en la Universidad de Zaragoza, muestra una actitud valiente y bien poco corporativa denunciando un enfoque de la disciplina histórica con cierto aroma apolillado. Creo que las explicaciones más iluminadoras son las que tienen en cuenta el trasfondo social y económico de los fenómenos históricos. La explicación científica, centrada en datos , en el mosaico de la vida que se entreteje día a día es verdaderamente más árida que la de los personajes, con su glamour de relevancia, sus cortesanos, generales y hazañas.
Pero por otro lado resulta más atractiva para un público que ha llegado a confundir novela e historia en un género tan de moda que produce éxitos editoriales por doquier.
Historia de tambor y trompeta
JULIÁN CASANOVA
Hay muchas formas de abordar la historia de España, pero la que se distingue con el Premio Nacional casi siempre es la misma: la que presta la máxima atención a las aventuras de reyes y nobles, a sus pompas, guerras y conquistas. En la Monarquía se encuentra el tronco de nuestra historia común, parece que piensan quienes conceden ese premio, el vínculo uniformador de nuestro pasado más remoto con nuestro presente más actual.
Y es esa historia apologética del poder, de sus símbolos e instituciones, la única que se reconoce casi todos los años, con las debidas excepciones, con el Premio Nacional de Historia de España. Es como si el tiempo no hubiera pasado, como si el Ministerio de Cultura, el organismo que otorga esos premios desde el comienzo de la democracia, fuera todavía el Ministerio de Información y Turismo de la dictadura. No es ese tipo de historia, sin embargo, la que enseñan, escriben y divulgan la mayoría de los historiadores. La democratización y el surgimiento de la sociedad de masas obligó a los historiadores a cambiar sus discursos y objetos de estudio durante el siglo XX. Fueron muchos los que reclamaron con sus investigaciones una historia que tuviera en cuenta los factores económicos, sociales y culturales. Una historia que dejara de concentrarse en las vidas y acciones de reyes y notables y mostrara interés, por el contrario, por sectores más amplios de la sociedad y en las condiciones bajo las que vivían. Al desplazar el foco de interés desde las élites o clases dirigentes a las vidas, actividades y experiencias de la mayoría de la población, el estrecho campo de los sujetos históricos abarcado por la historia política tradicional se ensanchó y el estudio del pasado se democratizó. Frente a la historia apologética del poder, utilizada y manipulada para generar una mayor lealtad de los ciudadanos a los dirigentes del Estado, surgió una nueva historia, casi siempre etiquetada como social, enriquecida por los hallazgos de antropólogos, economistas y sociólogos, que escuchaba los ecos de todas las voces marginadas por las historias oficiales. Las cosas resultaron algo diferentes en España. La victoria franquista en abril de 1939 y las posteriores décadas de dictadura se manifestaron, por lo que a la historiografía se refiere, en la imposición de una perspectiva reaccionaria y antiliberal que ignoró en todo momento las divisiones sociales, lingüísticas, religiosas y de sexo, y levantó un poderoso dique de contención frente a las nuevas corrientes en las ciencias sociales y a los análisis de las fuerzas anónimas y colectivas. Aunque lento y desigual, no obstante, el avance de esa nueva historia ha dado también entre nosotros, en los últimos años, notables frutos. Hemos recuperado una buena parte del desfase en que nos dejó ese periodo tan excepcional que fue el franquismo, por su dureza, duración y miseria intelectual. Los historiadores escriben en la actualidad sobre una multitud de temas inimaginable unas décadas antes. Cualquier aspecto de relevancia, mínima o máxima, para los humanos tiene ya su historia escrita, leída muchas veces por miles de personas. Nada de eso preocupa a quienes controlan el mecanismo de concesión de los premios nacionales de historia de España. No es que no conozcan esas otras historias, los buenos libros que todos los años aparecen sobre esos temas en el mercado; sencillamente, las desprecian y en el fondo consideran que esas narraciones de las experiencias cotidianas de hombres y mujeres rescatados de la multitud anónima son irrelevantes, subproductos de la historia que no pueden compararse con la grandeza de la Monarquía. La primera obra premiada por el Ministerio de Cultura, en 1979, fue Los orígenes del Consejo de Ministros de España, un estudio en realidad de la Junta Suprema de Estado que existió entre 1787 y 1792; la última, treinta años después, ha distinguido al mismo autor, José Antonio Escudero, por coordinar El Rey. Historia de la Monarquía. En medio de esas dos fechas, libros dedicados a Fernando III, Felipe II, Isabel I o Alfonso X. Premios que han ido a parar muy a menudo a miembros de la Real Academia de la Historia, concedidos por miembros de las otras Academias. Y todos los premiados fueron varones, excepto una mujer, Mª del Carmen Iglesias, a quien se le dio el premio en el año 2000 no por una obra suya, sino por prologar y coordinar un estudio sobre los "símbolos de España", el escudo, la bandera y el himno, escrito en su mayor parte por otros dos académicos de la Real Academia de la Historia. A comienzos del siglo XXI, Clío, la musa de la historia, se presenta ante la sociedad con muchas caras, haciendo de la historia un elemento esencial para la educación ciudadana y la cultura pública. Los miembros de las Reales Academias no se han dado por enterados y siguen premiando a la historia que el inglés J. R. Green llamaba hace más de un siglo "de tambor y trompeta".domingo, 25 de octubre de 2009
Una explicación microeconómica de la crisis
O el dia a dia de un servidor.
Más o menos vi reflejado mi trabajo diario en estos tiempos en el artículo del jueves 22/10/2009 de Xavier Vidal-Folch en EL PAIS.
Los bancos que no hacen banca
XAVIER VIDAL-FOLCH
EL PAÍS - Economía - 22-10-2009
Escuchemos a la elegante notaria, y al discreto jefe de sucursal bancaria.
La notaria M está firmando la mitad de hipotecas que ahora hace un año. Casi todas son renovaciones de créditos antiguos, a los que se les amplía el plazo o se les retocan las condiciones. No firma nuevas pólizas a empresas, salvo meras renovaciones de menor cuantía, de líneas preexistentes, "empeorando dos o tres puntos el tipo de interés". La de M es una notaría céntrica y concurrida.
El jefe de la sucursal bancaria C ha concedido en 2009 cuatro hipotecas, contra 18 el año pasado, y cinco créditos personales, en vez de 51. Las 500 demandas de financiación de 2008 le han bajado a 250, en los primeros nueve meses de 2009. La de C es una coqueta y céntrica sucursal del primer banco del país.
Las empresas, en suma, siguen sufriendo asfixia financiera.
Lo sugestivo de esta cata personal y micro, es que traduce al reino tangible las grandes cifras macro. Los bancos (y cajas) apenas prestan. El volumen de crédito vivo se estancó en los 1,9 billones de euros, el récord logrado el pasado diciembre.
¿Por qué la banca no presta a las empresas, cuando ése es su primer oficio? ¿Por qué no hace de banca? Porque le resulta más seguro y rentable tomar dinero al 1% del Banco Central Europeo y prestarlo al Estado suscribiendo deuda al 3,5%. O a las grandes empresas. Porque le asusta el aumento de los deudores morosos, que suponen ya el 4,9% del total de créditos concedidos por bancos y cajas.
Porque sabe como nadie que la morosidad real es aún superior, pues se ha quedado con ingentes activos inmobiliarios (que comercializa directamente) a cambio de los créditos que sobre ellos concedió, para evitar apuntarlos como fallidos, lo que aumentaría esa morosidad en ¿dos, tres puntos? Sobre el alcance de ese fenómeno, la solvencia real del sistema financiero español, versa el reciente duelo de las agencias Moody's y Fitch.
Porque calcula, en suma, que si la morosidad llega al 10%, llegarán las bancarrotas.
De modo que la banca anida buenas razones para una puntillosa prudencia (tardía). El problema es que así dimite de su función y deja en desamparo a las empresas.
Sólo en parte el Instituto de Crédito Oficial (ICO) repara el daño, aportando a día de hoy unos 50.000 millones de euros. Dice el bancario C que "los únicos créditos a empresas" de su sucursal, son los que ésta gestiona entre las líneas del ICO. Unas, poco usadas; otras, desbordadas; todas, replanteándose bajo la nueva dirección de José María Ayala. El drama es que las empresas solventes aplazan invertir y pues, no demandan crédito. Y las que piden liquidez circulante y van flojas, si no pagan el crédito, aumentan la mora (50%) al banco gestor de la línea ICO (el otro 50%).
Así que el problema es de oferta crediticia suficiente de los bancos. O de sus duras condiciones, como acusó el 65% de las empresas en la última encuesta del Banco de España. Es también de solvencia de la demanda. Aunque no esté de moda subrayarlo. Como explica S, jefe de una tribu empresarial, para soltar el dinero la banca exige ahora garantías personales sobre el capital prestado en torno del 30%; hace un año, un 10%. Juega sobre seguro. Pero también muchos empresarios, como el gato escaldado, huyen de poner su patrimonio en garantía de su empresa.
Entre unos y otros, ¿dónde queda la asunción de riesgo responsable, característica del "tipo ideal de empresario capitalista" -hostil al "tipo vulgar" del capitalista nuevo/rico-, que se caracteriza por "odiar la ostentación y el lujo inútil" y se colma por "la satisfacción del deber cumplido", el modelo que preconizaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo?
Más o menos vi reflejado mi trabajo diario en estos tiempos en el artículo del jueves 22/10/2009 de Xavier Vidal-Folch en EL PAIS.
Los bancos que no hacen banca
XAVIER VIDAL-FOLCH
EL PAÍS - Economía - 22-10-2009
Escuchemos a la elegante notaria, y al discreto jefe de sucursal bancaria.
La notaria M está firmando la mitad de hipotecas que ahora hace un año. Casi todas son renovaciones de créditos antiguos, a los que se les amplía el plazo o se les retocan las condiciones. No firma nuevas pólizas a empresas, salvo meras renovaciones de menor cuantía, de líneas preexistentes, "empeorando dos o tres puntos el tipo de interés". La de M es una notaría céntrica y concurrida.
El jefe de la sucursal bancaria C ha concedido en 2009 cuatro hipotecas, contra 18 el año pasado, y cinco créditos personales, en vez de 51. Las 500 demandas de financiación de 2008 le han bajado a 250, en los primeros nueve meses de 2009. La de C es una coqueta y céntrica sucursal del primer banco del país.
Las empresas, en suma, siguen sufriendo asfixia financiera.
Lo sugestivo de esta cata personal y micro, es que traduce al reino tangible las grandes cifras macro. Los bancos (y cajas) apenas prestan. El volumen de crédito vivo se estancó en los 1,9 billones de euros, el récord logrado el pasado diciembre.
¿Por qué la banca no presta a las empresas, cuando ése es su primer oficio? ¿Por qué no hace de banca? Porque le resulta más seguro y rentable tomar dinero al 1% del Banco Central Europeo y prestarlo al Estado suscribiendo deuda al 3,5%. O a las grandes empresas. Porque le asusta el aumento de los deudores morosos, que suponen ya el 4,9% del total de créditos concedidos por bancos y cajas.
Porque sabe como nadie que la morosidad real es aún superior, pues se ha quedado con ingentes activos inmobiliarios (que comercializa directamente) a cambio de los créditos que sobre ellos concedió, para evitar apuntarlos como fallidos, lo que aumentaría esa morosidad en ¿dos, tres puntos? Sobre el alcance de ese fenómeno, la solvencia real del sistema financiero español, versa el reciente duelo de las agencias Moody's y Fitch.
Porque calcula, en suma, que si la morosidad llega al 10%, llegarán las bancarrotas.
De modo que la banca anida buenas razones para una puntillosa prudencia (tardía). El problema es que así dimite de su función y deja en desamparo a las empresas.
Sólo en parte el Instituto de Crédito Oficial (ICO) repara el daño, aportando a día de hoy unos 50.000 millones de euros. Dice el bancario C que "los únicos créditos a empresas" de su sucursal, son los que ésta gestiona entre las líneas del ICO. Unas, poco usadas; otras, desbordadas; todas, replanteándose bajo la nueva dirección de José María Ayala. El drama es que las empresas solventes aplazan invertir y pues, no demandan crédito. Y las que piden liquidez circulante y van flojas, si no pagan el crédito, aumentan la mora (50%) al banco gestor de la línea ICO (el otro 50%).
Así que el problema es de oferta crediticia suficiente de los bancos. O de sus duras condiciones, como acusó el 65% de las empresas en la última encuesta del Banco de España. Es también de solvencia de la demanda. Aunque no esté de moda subrayarlo. Como explica S, jefe de una tribu empresarial, para soltar el dinero la banca exige ahora garantías personales sobre el capital prestado en torno del 30%; hace un año, un 10%. Juega sobre seguro. Pero también muchos empresarios, como el gato escaldado, huyen de poner su patrimonio en garantía de su empresa.
Entre unos y otros, ¿dónde queda la asunción de riesgo responsable, característica del "tipo ideal de empresario capitalista" -hostil al "tipo vulgar" del capitalista nuevo/rico-, que se caracteriza por "odiar la ostentación y el lujo inútil" y se colma por "la satisfacción del deber cumplido", el modelo que preconizaba Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo?
viernes, 25 de septiembre de 2009
Avec le temps
Después de la risa, la canción quizás más triste y más bella del repertorio francés.
Con ustedes, conmigo, Léo Ferré:
Avec le temps
by Léo Ferré
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
On oublie le visage et l'on oublie la voix
Le cœur, quand ça bat plus, c'est pas la peine d'aller
Chercher plus loin, faut laisser faire et c'est très bien
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
L'autre qu'on adorait, qu'on cherchait sous la pluie
L'autre qu'on devinait au détour d'un regard
Entre les mots, entre les lignes et sous le fard
D'un serment maquillé qui s'en va faire sa nuit
Avec le temps tout s'évanouit
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
Même les plus chouettes souv'nirs ça t'as une de ces gueules
A la gal'rie j'farfouille dans les rayons d'la mort
Le samedi soir quand la tendresse s'en va toute seule
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
L'autre à qui l'on croyait pour un rhume, pour un rien
L'autre à qui l'on donnait du vent et des bijoux
Pour qui l'on eût vendu son âme pour quelques sous
Devant quoi l'on s'traînait comme traînent les chiens
Avec le temps, va, tout va bien
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
On oublie les passions et l'on oublie les voix
Qui vous disaient tout bas les mots des pauvres gens
Ne rentre pas trop tard, surtout ne prends pas froid
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
Et l'on se sent blanchi comme un cheval fourbu
Et l'on se sent glacé dans un lit de hasard
Et l'on se sent tout seul peut-être mais peinard
Et l'on se sent floué par les années perdues
Alors vraiment... avec le temps... on n'aime plus
Con ustedes, conmigo, Léo Ferré:
Avec le temps
by Léo Ferré
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
On oublie le visage et l'on oublie la voix
Le cœur, quand ça bat plus, c'est pas la peine d'aller
Chercher plus loin, faut laisser faire et c'est très bien
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
L'autre qu'on adorait, qu'on cherchait sous la pluie
L'autre qu'on devinait au détour d'un regard
Entre les mots, entre les lignes et sous le fard
D'un serment maquillé qui s'en va faire sa nuit
Avec le temps tout s'évanouit
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
Même les plus chouettes souv'nirs ça t'as une de ces gueules
A la gal'rie j'farfouille dans les rayons d'la mort
Le samedi soir quand la tendresse s'en va toute seule
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
L'autre à qui l'on croyait pour un rhume, pour un rien
L'autre à qui l'on donnait du vent et des bijoux
Pour qui l'on eût vendu son âme pour quelques sous
Devant quoi l'on s'traînait comme traînent les chiens
Avec le temps, va, tout va bien
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
On oublie les passions et l'on oublie les voix
Qui vous disaient tout bas les mots des pauvres gens
Ne rentre pas trop tard, surtout ne prends pas froid
Avec le temps...
Avec le temps, va, tout s'en va
Et l'on se sent blanchi comme un cheval fourbu
Et l'on se sent glacé dans un lit de hasard
Et l'on se sent tout seul peut-être mais peinard
Et l'on se sent floué par les années perdues
Alors vraiment... avec le temps... on n'aime plus
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